El reto de Gestión de Proyectos
con Legos consiste en aprender habilidades y herramientas para desarrollar un
proyecto en equipo.
Con ese objetivo los alumnos de 6º A y B del CEIP Ntra. Sra. de la Soledad de Aceuchal pusieron sus ganas y su ilusión para desarrollar una idea dándole forma con piezas tipo Lego. Sin embargo, montar piezas creando espacios y soluciones no era más que una excusa para aprender mucho más.
Comprobaron que puede haber mucho aprendizaje en la construcción de una simple torre. Una torre, un minuto. Aprendieron la importancia de comunicarse, pero también de observarse que es otra forma de escucharse, aprendieron la importancia de la planificación, del ser conscientes del objetivo, del tiempo, de los recursos y del equilibrio entre las partes, aprendieron a repartirse el trabajo, a valorar y aprender de otros equipos, aprendieron las oportunidades de mejora del equivocarse y que allí estaban para colaborar, no para competir. Todo a través de construir una torre, en un minuto.
También en esas primeras
jornadas, se les habló de la Responsabilidad Social, un tener en cuenta a los
demás, que se les quedó marcado a través de la Alegoría de las Cucharas y de
una pequeña historia sobre la procedencia del cacao con Enam, Moroni y Keita,
cuyas vidas presentan puntos en común, pero muchas diferencias. Historias que
con las que reflexionaron sobre la importancia de alcanzar los objetivos y
hacer algo útil, pero respetando a los compañeros y al entorno.
La premisa era tan compleja como
sencilla, la idea debía de partir de un problema de su entorno o del mundo y
diseñar una solución. Algunas de ellas surgieron veloces y a otras hubo que
darles más vueltas hasta dar con las claves y el consenso. Todas ellas
increíbles.
Una casa rural para turismo sostenible.
A partir de ahí, ya tocaba planificar, construir y evaluar. Pero había más. Tres claves para un buen trabajo en equipo: Escucha activa, empatía y asertividad. Un no dar soluciones cuando nos llegan con un problema, si no hacer preguntas para comprender y ayudar al otro a encontrar sus propias soluciones. Un tomar consciencia de cómo adelantamos las respuestas sin haber terminado de escuchar. Un darse cuenta de cómo es posible que haya dos soluciones a una misma cuestión o dos puntos de vista ante una misma realidad. Un dejar de ser dragones o tortugas para usar los bocadillos, con sus panes y rellenos, como un recordatorio del respeto a uno mismo y a los demás.
No era tarea fácil pasar de la idea al boceto, del boceto a las piezas. No fue fácil gestionar los modos de expresarse, las propuestas de cada uno, las personalidades y las necesidades. Pero poco a poco iban resolviendo, corrigiendo, mejorando, aprendiendo.
Así fueron dando forma a sus ideas, soluciones para problemas reales, tan imaginativos como prácticos y necesarios. Al finalizar, la satisfacción del trabajo bien hecho. Aunque aún quedaba contarlo, no sólo su proyecto, también su recorrido, su aprendizaje. De esa manera, llegaron al cierre, la última fase, aunque no el final. Aun no son conscientes, pero en ellos queda una semilla que irá creciendo poco a poco silenciosa y que en cada proyecto futuro que enfrenten dará sus frutos.
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